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Fecha publicación: 17/11/2023

Photo by Pedro Forester Da Silva on Unsplash

Autores: Barbara Schreiner, Directora Ejecutiva, Red de Integridad de Agua (WIN); Tim Brewer, Water Witness International; Patrick Moriarty, IRC, Catarina Fonseca, IRC, Mary Galvin, Red de Integridad de Agua. Originalmente publicado en el sitio web de Red de Integridad de Agua (WIN).

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En un blog anterior, argumentamos que es poco probable que la financiación combinada resuelva el déficit de financiación de los sectores de agua y saneamiento. Hay varias razones para esto, como la falta de interés por parte de los inversionistas, limitaciones fiscales en particular en los países en vía de desarrollo y los riesgos asociados con préstamos en moneda extranjera. 

En este blog, exploramos distintas opciones para reducir el déficit de financiación mediante un mejor aprovechamiento de los fondos existentes. La prioridad debe ser utilizar los recursos disponibles de manera efectiva y eficiente antes de buscar opciones adicionales de financiamiento, los cuales muchas veces implican riesgos. Añadir más agua a un balde que tiene fugas rara vez es una buena estrategia. 

¿Estamos asignando presupuesto para la corrupción y la mala gestión?

Las evaluaciones globales del déficit de financiación se han calculado en función de los costos históricos, el intento más completo fue realizado por Hutton y Varghese en 2016. Estos llevaron a cabo una amplia búsqueda de datos, validaron los costos de infraestructura de los países más grandes, extrapolaron datos de costos de países similares para aquellos que carecían de información y luego proyectaron esos costos en relación a las necesidades de entrega del sector.

Estos análisis de costos históricos proporcionan una referencia útil, pero incluyen los costos ocultos de la corrupción y la mala gestión. Las pruebas indican que, al reducir estos costos ocultos, podemos reducir sustancialmente el déficit de financiación. De esta manera, podemos mejorar la sostenibilidad financiera y operativa general del sector. Such historical cost analyses provide a useful benchmark, but they include the hidden costs of corruption and mismanagement. Evidence suggests that by reducing these hidden costs, we can substantially reduce the funding gap. In this way, we can improve the overall financial and operational sustainability of the sector.

Los costos de la corrupción son notoriamente difíciles de cuantificar, ya que existe un fuerte incentivo para que los participantes en acuerdos corruptos mantengan los detalles ocultos. No obstante, la Red de Integridad del Agua (WIN), en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo, identificó costos financieros relacionados con la corrupción de hasta un 26% en el sector del agua en América Latina. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) menciona cifras de hasta el 25% de los fondos públicos en general

Estas son porciones sorprendentemente grandes del total de la inversión. Sin embargo, según la investigación del Fondo Monetario Internacional (FMI), se presentan cifras aún más altas, alegando un desperdicio del 30 al 50% de los fondos de infraestructura (no solo en agua y saneamiento) debido a una gestión deficiente. El mensaje del FMI es claro: 'los países pueden eliminar el desperdicio en la inversión pública y crear infraestructura de calidad mediante acciones específicas para mejorar la gobernanza de la infraestructura'. 

Mala gestión y agua no facturada

La mala gestión puede medirse de diferentes maneras. En el sector del agua, hay una forma evidente: el agua no facturada (ANF). Los niveles de agua no facturada varían significativamente en todo el mundo, pero la mayoría de los profesionales del agua reconocen que este es un problema importante que debe abordarse. En África, por ejemplo, las estimaciones de ANF van desde el 29% en Uganda hasta el 73% en Liberia. Esto incluye tanto las pérdidas físicas de agua como las pérdidas financieras derivadas de la corrupción, el robo, una facturación deficiente y la escasa recaudación de ingresos. 

Las dos formas de ANF no son independientes. Las pérdidas financieras socavan los presupuestos de mantenimiento y cumplimiento, lo que conduce a un aumento de las pérdidas físicas generando mayores pérdidas financieras. El impacto sistémico es un ciclo de retroalimentación negativa que socava los servicios y los proveedores de servicios de agua. Es por esto que la reforma en esta área tiene el potencial de ser un poderoso acelerador del progreso. Detener el ciclo de retroalimentación negativa tendrá beneficios compuestos. El dinero adicional recaudado para el cumplimiento y el mantenimiento generará más ingresos y reducirá los costos operativos (una infraestructura física bien mantenida se descompone con menos frecuencia y de manera menos grave). 

La gestión más eficiente de la infraestructura y la mejora de los sistemas de recaudación de ingresos, con tarifas adecuadamente definidas para proteger a las personas de bajos ingresos, contribuirán significativamente a que la prestación de servicios de agua sea más viable desde el punto de vista financiero. Este es un paso crucial hacia la prestación de servicios asequibles y sostenibles. 

La ciudad de Jackson, en Mississippi, por ejemplo, no emitía facturas precisas y oportunas, además, tenía procesos lentos para identificar los impagos. Cambiaron a un sistema que podía generar facturas de agua más precisas y mejorar la facturación, lo que aumentó su recaudación de ingresos en 10 millones de dólares al año.

El déficit de financiación sería mucho menor si no estuviéramos incluyendo en los cálculos los costos de corrupción y mala gestión, si no permitiremos que continúen en la vida real.
Por lo tanto, parece sensato que la prioridad debería ser reducir la corrupción y mejorar la gestión de la infraestructura, es decir, arreglar los agujeros en el balde antes de verter más agua.



 

 

  

Fracaso en la ejecución de presupuestos

Reducir la corrupción y mejorar la gobernanza y la gestión no resolverá todos los desafíos. Actualmente, el sector del agua carece actualmente de la capacidad o la voluntad para gastar sus escasos presupuestos existentes. Según el Banco Mundial, la tasa de ejecución de los presupuestos públicos de agua, saneamiento e higiene en varios países ronda el 70%. En otras palabras, en un sector que constantemente solicita más dinero, al final del año fiscal, el 30% de los presupuestos de WASH existentes quedaron sin gastar. Los engorrosos sistemas financieros públicos centralizados hacen que a veces los fondos solo lleguen unos meses antes del cierre del año fiscal. Luego, no se otorgan contratos y el trabajo no se realiza según lo planeado. Es difícil pedir más recursos, ya sean públicos o privados, si el sector no está gastando el dinero que tiene a disposición.

Se están subsidiando a las personas equivocadas

Encima de todas las dificultades, los subsidios no siempre llegan a quienes más necesitan apoyo. Un estudio del Banco Mundial encontró que, en diez países de ingresos bajos y medianos, casi el 60% de los subsidios beneficia a los residentes más adinerados. Se estima que se desaprovechan más de $300 mil millones al año en subsidios que podrían utilizarse para atender necesidades urgentes, como la ampliación y el mantenimiento de servicios para comunidades empobrecidas y marginadas. 

En resumen: los proveedores de servicios de agua y saneamiento no están logrando cobrar el dinero que les corresponde. No están gastando el dinero que tienen. Y no están logrando frenar la corrupción y la mala gestión que desperdician cantidades significativas de los fondos existentes. 

Lo que queda fuera de los cálculos

La mayor parte de esta discusión se centra en la provisión formal de agua y saneamiento a través de empresas de servicios públicos, municipios o agencias gubernamentales. Hay otros desafíos para los sistemas informales y comunitarios de suministro que quedan fuera de los presupuestos públicos y los sistemas de gestión financiera. Mientras sigan siendo informales, estarán expuestos a la corrupción y la mala gestión, sin herramientas regulatorias para protegerlos. 

¿Qué podemos hacer?

El mensaje es sencillo. Antes de pedir más dinero, ¡hay que arreglar el balde! Tenemos que dar prioridad a la mejora del uso de los recursos existentes y para ello necesitamos inversión y compromiso. Para ello necesitamos:

  1. Que los gobiernos, instituciones financieras de desarrollo (DFI) y agencias donantes inviertan más en sistemas mejorados de recaudación de ingresos, junto con capacidad operativa en empresas de servicios públicos, municipalidades y ministerios. 
  2. Que las empresas de servicios públicos y los organismos reguladores incorporen mecanismos anticorrupción en sus sistemas. 
  3. Una nueva visión para financiar el sector, impulsada por la integridad y el uso óptimo de los recursos existentes para servir primero a los más marginados. 

El conocimiento técnico sobre cómo hacer gran parte de esto ya existe. Lo que falta es la voluntad política (para impulsar cambios y reformas significativas) y la capacidad técnica (para implementarlos). Solo la acción intencional de coaliciones de gobiernos nacionales y locales, la sociedad civil y los proveedores de servicios logrará este tipo de reforma integral del sector o fortalecimiento de los sistemas. Dicha acción también requerirá liderazgo político de alto nivel y protección. 

Cambiar una cultura caracterizada por la corrupción implica eliminar los incentivos corruptores y la aceptación tácita de 'cómo se hacen las cosas'. Esto dependerá de un enfoque público de la rendición de cuentas que se promueva desde los niveles políticos más altos, sea respaldado por los actores del sector y la sociedad civil, y que de la bienvenida a la supervisión y crítica pública. 

La realidad es que, incluso si reducimos la corrupción, la mala gestión y el agua no facturada a valores más razonables, seguirá siendo difícil satisfacer las necesidades de todos. Sin embargo, para tener una oportunidad de éxito y atraer más inversiones, debemos arreglar el balde. Solo entonces demostraremos que un sistema sólido es capaz de proporcionar servicios de calidad y, por lo tanto, también es un receptor digno de una mayor inversión, ya sea pública o privada. 

 


 

 Foto: Pedro Forester Da Silva de Unsplash

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